Rodolfo Sierra

Mi Testimonio del Encuentro con Dios

Fue a partir de la decisión que tomamos mi esposa y yo de radicarnos en Canadá, cuando también decidí operarme para extraerme las amígdalas debido a mis problemas de garganta. Después de la operación, quedé mudo, sin poder hablar durante un año. Cada vez que intentaba pronunciar alguna palabra, comenzaba a sangrar. Desesperado, busqué doctores y especialistas en todas partes, pero ninguno pudo sanarme; al contrario, cada día estaba peor. Caí en una profunda depresión y, desesperado, intenté acabar con mi vida en dos ocasiones. Con un revólver en mano, me disparé varias veces, pero las balas nunca salieron (no entendía en ese momento que Dios estaba preparando una nueva vida para mí).

Ya no tenía esperanza, hasta que una amiga de mi esposa le llevó una hoja donde nos invitaban a una noche de alabanzas y sanación. Sentí que era mi llamado. Un hermano músico con dones de sanación venía desde los Estados Unidos, y la amiga le dijo a mi esposa: "Llévalo, estoy segura de que Dios lo sanará." Mi esposa me contó, y con una fe del tamaño de un grano de mostaza, dije: "¿Qué pierdo? Si nadie ha podido sanarme, voy a ser la prueba. Voy a ir." Así fuimos a esa invitación.

El diablo intentó robarme la bendición cuando anunciaron que el hermano había sufrido un retraso en su vuelo y no llegaría esa noche al encuentro. Mi primera reacción fue querer salir corriendo de ahí, pero algo dentro de mí me decía: "No te vayas, quédate." Y así lo hice. En ese momento, el hermano que dirigía el encuentro dijo: "Sabemos que ha venido mucha gente enferma y necesitada de salud. Si hay algún hermano que quiera decirle algo a Dios, que pase adelante y lo diga." Automáticamente me levanté, y cuando intenté avanzar, mi esposa me detuvo y me dijo: "¿A dónde vas si no puedes hablar?" Me solté, pasé adelante y mientras caminaba, le dije en mi mente a Dios: "Señor, si tú me sanas hoy, te prometo seguirte y servirte el resto de mi vida."

Al llegar adelante y estar delante de mas de 1.000 personas sin poder hablar ni que hacer mire a un costado y vi una guitarra la tome y vi que era derecha (yo soy zurdo) nunca había tocado una guitarra derecha por todas las cuerdas estaban al revés y en ese momento comencé a entonarla y cantar una canción nueva que nunca había compuesto ni peor escuchado, lloraba, cantaba y daba gracias a Dios que me había devuelto la voz y la vida y ya solo faltaba cumplir mi promesa que le hice.

Seguir y servir a Dios por el resto de mi vida.